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Fulgencio, el Panadero

Fulgencio el Panadero es lo que le llaman güero de rancho, tiene los ojos claros y la piel apiñonada, dejando ver que en algún otro. Su semblante es calmado, enrojecido y endurecido por su convivencia diaria con el horno, pero aún, a sus 42 años no ha perdido el encanto que él cree que tiene.

Le gusta ir a los bailes y hacer pan, él podría estar todo el día haciendo pan, siempre tararea canciones y medio baila en su deambular por la cocina. Le gusta mucho tratar con sus clientes y lo que más le gusta es que la gente coma dentro de la panadería; se esmera por hacer un pan tan sabroso que la gente no se aguante las ganas de llegar hasta algún sitio para comerlo, sino que ahí al instante de comprarlo lo coman, o por lo menos den un mordisco, no le importa que dejen moronas en el piso, tiene en verdad una vocación de panadero.

Él aprendió a hacer pan de su padre, que a su vez le enseñó hacer pan su padre, que a su vez le enseñó su padre al padre de su padre, y éste a su vez al padre de su padre del padre del tercer tataratatara tatarabuelo tercero mayor del padre y uno de estos tantos padres seguramente fue el que inventó el pan.

Su panadería es rústica y pequeña, pero llega mucha gente a comprarle, se llevan para otro pueblo a vender, los visitantes son atraídos por el olor a pan que emana a todo alrededor, todos van a comprar pan ahí porque saben que es el mejor pan rústico de toda la región. El horno es de adobe incrustado en la pared, por fuera parece pequeño pero adentro tiene una gran amplitud al rojo vivo dónde puede cocinar muchísimo pan a la vez. Al exterior del local de panadero hay un pequeño letrero que dice “La masa panadería” y una pequeña ventana que apenas deja ver el interior de la panadería con sus anaqueles de madera. Las paredes pareciera que están adornadas por los colores del pan, hay de todo: conchas, chilindrinas, resobados, ojos, orejas, bisquets, piedra, budín, donas, banderillas, polvorones, bolillos, pan de agua, de Nata, buñuelos, cubiletes, panques, pan de huevo, y sobrepasando en número a todos los antes mencionados el pambazo: la joya de la corona de la panadería en Xalapa, pequeñas bolas de pan suave espolvoreadas de harina.

El Panadero Fulgencio es un enamorado empedernido, ha decidido casarse con su novia, va a cerrar la panadería, se fugarán a media noche, la pareja tiene el plan más romántico del mundo: el, ella, huyendo del mundo, entre el bosque y alguna que otra estrella curiosa se asomará en entre las nubes y los árboles.

Prudencia, la novia del panadero dejó una carta en su cuarto explicándole a su padre Don Procopio que se fuga con el panadero Fulgencio, porque no quiere estar en el matrimonio a conveniencia que está arreglado para casarla con Vicencio Fernández, dueño de Rancho Alegre. Don Procopio se opone al noviazgo de su hija Prudencia y Fulgencio; se ha empeñado a hacerle entender que Fulgencio no es una buena opción, que busque alguien con recursos económicos para hacer crecer la fortuna familiar. Fulgencio es un panadero que está a punto de abordar el último tren al amor. Fulgencio dejó su legado en Xalapa, aún hoy en día se cocinan en las panaderías modernas las recetas que enseñó y que a su vez alguien le enseñó su padre a él.

Simón

Pequeño joven cafetalero que trabaja en las cosechas y siembras del café, generación tras generación su familia se ha dedicado a este negocio.

Vive cerca de Xalapa en una de las casas de peones dentro del casco de una gran hacienda. Además de encargarse de la cosecha del café, en la hacienda él también hace otras labores, por ejemplo, cuidar  y alimentar a los caballos y demás animales, tareas de jardinería, ordeñar vacas, entre otras cosas.

Simón, pese a que tiene un trabajo seguro y estable, es muy desafortunado, ya que todo le sale mal siempre, y cuando decimos todo, es TODO. Por ejemplo:

El frecuentaba los bailes, aunque no se consideraba un gran bailarin. Le gustaba asistir, porque sabia que ahí encontraría a Rosita. Nunca había cruzado palabra con ella, pero le gustaba en secreto. La última vez que fue a un baile, quiso bailar con Rosita. Habían pasado varios bailes y nunca se había animado a bailar con ella y cuando se animó por fin… se la llevó el hijo del hacendado a dar la vuelta y él se quedó solo. Tiempo después se enteró que Rosita siguió saliendo con el hijo del hacendado, hasta que pidió su mano. Un día platicando con ella en la hacienda, se enteró que ella siempre esperó que el la invitara a bailar, pero al ver que no lo hizo, fue por eso que decidió irse con el que sería su actual esposo.

Tras esta gran desilusión, Simón quiso ir a la mar para aprender a pescar, ya que tal vez podría cambiar el campo por el mar y así poder olvidar a Rosita más facilmente. Se fue al puerto de Veracruz a probar suerte. Cuando ya se encontraba en la zona de pesca, llegó una ola grande, volteando La Barca dónde iba él con otros pescadores, y por si fuera poco, al volcar la balsa lo picó una medusa. En otra ocasión, intentó escalar uno de los cerros más altos de la región, solamente para demostrarse asimismo que era capaz de subir, lo único que logró es caer desde la punta del cerro hasta un Barranco donde se quedó 2 días y de suerte lo rescató un pastor que pasaba por ahí, que iba guiando sus cabras.

Por otra parte, dentro de su historia en Títere Vivo, en un principio él iba ser el protagonista de una serie de historias llamadas «El tonto Simón», que daría inicio a las actividades del grupo, pero la suerte tampoco estuvo de su lado. Por circunstancias externas (Que podrán saber más en la anécdota de cómo nació Títere Vivo -> http://www.titerevivo.com/como-nacio-titere-vivo/), ese proyecto se tuvo que desertar, y al preparar el nuevo montaje de «La vera vera historia del Callejón de Jesús te ampare», paso a ser un personaje con menor intervención (menos de 5 minutos en escena).

Simón cansado de que todo le salga mal hace lo único que le sale bien: cultivar y cosechar café, pues para eso tiene muy buena mano, conoce perfectamente los ciclos agrícolas y le gusta mucho estar en el plantío.